A horas de haber accedido por primera vez al Decanato de Bioquímica, en 2002, Alicia Bardón desairó a los operadores políticos que habían militado para sentarla allí. Lo sufrió, en especial, Mario Fortuna, otrora mano derecha del ex rector -también bioquímico- César Atilio Catalán. Ya entonces había asumido su pose de académica, casi renegada de la política.
Sus primeras movidas al frente del Rectorado -aun sin haber asumido- permiten pensar que mantiene esa postura: los operadores políticos que trabajaron para ella no participan del armado del gabinete rectoral. Por el contrario, ella se involucró personalmente en tal faena, así como también en la definición de los nombres que el sector aspira ubicar en el Consejo Superior.
La cuestión pasa por dilucidar si podrá mantener la prescindencia de lo político; en especial, porque para que llegue al Rectorado recibió el apoyo de peces gordos del “arte de lo posible”, a decir de Aristóteles. ¿Se permitirá admitir una pata política en su esquema de gestión? Desde que arrancó la campaña buscó despegarse de La Cámpora y del cerisolismo; no hizo alharaca cuando recibió el apoyo del sector no saquista del radicalismo; y optó por un oportuno silencio cuando el alperovichista José Hugo Saab tomó el timón del barco y direccionó el rumbo hacia el Rectorado.
La UNT es una institución académica. Pero también la atraviesan fuerzas políticas; en especial, en los últimos tiempos. Sostener la gobernabilidad resultará difícil si se las desprecia.